_____Al final no fue tan difícil. Como si con un organito hubiese sacado la melodía de la situación. Borrar un poco la primera fecha y que la boletería se coma el resto. Subió al barco también un pibe desconocido. Absolutamente desamparado.
_____Zarpar y proyectar las nuevas dimensiones con largas caminatas por todo el barco. A lo sumo se cruzaron dos veces pero sólo en la primera lo notaron ambos. Después el fue hasta la zona de la piscina, buscó una silla plástica e improvisó una sala de lectura. Pero de alguna manera pensaba en ella. Ella se creía desafiante sobre todo luego del episodio del billete. En otra ocasión él hubiese querido procurar un acercamiento concreto, pero un poco por el cansancio de tortuga de haber arrastrado la mochila tantos días o quizás por un desinterés general que se propagaba llegando a envolver hasta lo más bello. Sin dramatismos, se dijo y avanzó en el capítulo. Ella buscó que ponerse. Llegarían a Patras por la mañana y estaba fresco.
_____Nadie los esperaba pero iban a Grecia con la convicción de un invitado a una boda. Esta actitud se la devolvían en silencio a ellos mismos quizá para conciliar el sueño con más suavidad. Ambos habían sacado pasaje sin reserva y por eso se encontraban en cubierta, al resguardo de los bancos. Pero no pudieron dormir como cantidad de pasajeros que se apostaban en la zona de las tragamonedas o los pasillos de borda para fumar o mirar el mar en plena noche. Este fue el segundo cruce que tuvieron.
_____Al parecer ella tenía problemas con su peso. Vestía un pantalón suelto tipo vietnamita de graciosos colores y una camisa negra algo abierta. Era rubia, cabellos larguísimos que llegaban hasta la cola. El viento de cubierta hacía flamear sus pantalones dejando adivinar su delgadez. Puso su cigarrillo al abrigo y se dio fuego. No había luna y el cielo parecía un efecto cínico del mar. El se acercó con una pausada serie de pasos.
_____Pensó una cosa cualquiera para decirle pero se quedó callado. Ella había sacado una carta de un sobre y quemado sus bordes con el fuego de su encendedor. Después volvió a meterla en el sobre cerrando con la lengua los bordes.
_____Ella era española, se llamaba Ana. Hablaron del barco, de la necesidad de ir a cualquier parte que no fuese el mundo de siempre. Pero Grecia es hermoso, había dicho él y ella que da lo mismo, que haya mar azul o casas blancas con gatos negros en los techos turquesas. Un tío radicado en la soledad de una islita y un scooter para comprar vino casero en la otra playa harían la diferencia. El sin el mismo rumbo predestinado pero igual de aislado al mundo conocido. En las cuatro horas de viaje que quedaban tomaron la mitad de la botella de vodka que ella tenía en su bolso, jugaron a las cartas e improvisaron unas camas para echar el sueño que les quedaba. Pero había tanto fresco cuando el sol despuntaba allí cruzando el Adriático que el se se levantó y comprobó que Ana tampoco dormía. Ana rió encendió uno de sus cigarros y dijo algo así como que ni el sueño la perdonaba. El se sentó en el piso, a la altura de la cama y en un silencio largo como un puente la besó. Sin tiempo para nuevas aproximaciones, se escuchó el movimiento de la tripulación iniciando las tareas del descenso al puerto. Poco después las cadenas enormes como una boa desenrollándose hasta el fondo del mar, un sonido imborrable para aquel beso salino. _____Pero "extrañar" debe ser otra cosa, pensó recordándola días más tardes en la comodidad de aquella casita con los pastos demasiado crecidos y las celosías de madera desvencijadas por el sol y la sal. La piel estaba ahora estirada y roja, los pies forrados por durezas y alguna astilla en la mano por haber atravesado el monte sólo para ver el atardecer sobre los olivares al otro lado de la isla.
_____Al lado de una minúscula iglesia ortodoxa compró un diario en inglés que leyó con un café-frappé entre las manos. La astillita seguía allí entre el anular y el mayor, casi un anillo, el podría haberla sacado pero… El diario decía que una chica había intentado suicidarse en la isla de Yos y estaba internada en grave estado. ¿Sería Ana? Terminó el café de un trago y salió sin pagar la cuenta dirección a la casa. En la casita nada era más absurdo que intentar hacer nada. No tenía hambre, se había levantado muy tarde y esa misma noche llegaría la pareja que ocuparía la habitación de adelante. Fue en bicicleta hasta el pueblo por entre callecitas de adoquines y flores de azar. El pueblo: un conjunto de casuchas de cal edificado en terrazas con escaleras como esculpidas en la piedra. En un café unos músicos callejeros tocaban la canción de Zorba el griego, y a él le dio la misma asquerosa impresión que cuando escuchaba en Paris un acordeón repetir ‘Bésame mucho’.
_____Entró en un cibercafé. No pudo confirmar la noticia del diario de esa mañana. Las escuetas ediciones de internet de los periódicos omiten ciertas noticias y esta no fue la excepción. Le envió un mail bastante automático pero por supuesto, teniendo cuidado de cualquier acercamiento a aquel hecho. Ese día lo pasó a la orilla del mar, la arena negra de origen volcánica debajo de su piel como un acercamiento intimo a la esencia de este planeta. El calor del astro lo quemaba y hundía en reflexiones de profundo convencimiento sobre la absurdidad de todo. Pensó en Diógenes y en Alejandro, pensó en ella hasta dormirse. Se despertó con las lentillas de contacto casi pegadas a los ojos, se levantó con los codos y mirando el agua a lo lejos como queriendo fugar en algún velero perdido horizontalmente, como queriendo llegar atrás en el tiempo hasta aquel barco, y a aquellos dedos delicados quemando los bordes de una carta. Se dijo que no podía ser la misma chica. Esa noche en su casa vio las estrellas mientras fumaba y leyó hasta el sueño.
______Despertó sin café en un sol fustigante. Cuando sacó su bicicleta del fondo de la casa, huyeron dos lagartijas al abrigo de una laja. Volvió hasta el cibercafé del día anterior, el mismo chico le dio la misma maquina y él de tan apurado que estaba marcó tres veces mal el código secreto de su mail. Respondió. Ella decía que estaba bien, que leía Rimbaud al borde del mar. El se alivió y sin notarlo tarareó Dancing to the end of love, tal vez pensando más en el libro que en la canción de Cohen. Que le habían propuesto un viaje en velero hasta otra isla y que ojalá se volvieran a ver. El contestó que si, que justamente había planeado ir a donde ella estaba ahora y que cómo podría localizarla entonces. Esperó durante dos días su respuesta y nada. Las otras dos personas que habían llegado a su casa le habían hablado de una excursión "sauvage" por un volcán o unas sierras, dos días de marcha entre arbustos con olivas y asnos. A él que el francés lo fastidiaba un poco, tomó no obstante la palabra “sauvage” como un botón y dio el enter a un poema que pensó en enviar a Ana. De tanto que jugueteó con la idea, casi estuvo a punto de enviarlo y sintió vértigo. A la chica ni la conocía y no podía embarcarse en semejante locura, que perdería la tranquilidad buscada en ése viaje. Pero estaba en Grecia, y además ¿quién necesariamente buscaba paz por allí? Se despidió de la pareja francesa y esta vez pagó el ticket y el barco lo dejó en Syros. Ni bien se instaló en la minúscula posada fue hasta el internet. Ana no volvió a responderle. Esta isla no le gustó. De tanto que había caminado después de tener esa noticia pensó que hacía demasiado calor allí y decidió sin falta tomarse el barco para Atenas. Le quedaban todas las ruinas, Sintagma y Delfos. Pero apenas si fue a la ciudadela de mármol en lo alto del monte. Le gustaron las fotos con tonos anaranjadas del cayente sol viejo que tomó del encolumnado femenino del Erecteon al lado del Partenón. Todos esos rostros de mujeres perfilados de la cariátides ocupaban, como había murmurado un guía por ahí, lo que era el viejo templo destruido por los persas en tiempo de Jerjes. Le quedaba una noche y enseguida se vinieron el barco de vuelta a Italia y el tren hasta Paris.
_____Ya en el barco corrigió el poema que había escrito que se llamaba ‘Terrazas griegas al mar’. Se tocó el encendedor en el bolsillo pensando en esa misma situación antes en los dedos de ella y encendió un cigarrillo. En una parte del barco había una mini discoteca y el merodeando por los pasillos como un personaje de una película dio con el sitio. Música trance y varios frikies con anteojos de sol negros en los rincones. Se movió entre ellos como si fuesen flores de plástico y se divirtió quizá por tanto cansancio, quizá por evitar repetirse a si mismo. Salió a cubierta un momento para ver el cielo y el mar nocturno. Una chica muy joven entró tímidamente al pequeño baile. Viendo las perspectivas del presente no le quedó más recurso que (inevitablemente) pensar en el principio de su viaje, en que el mundo al final debe ser (inevitablemente) como uno de ésos cartones plegados en dos con una mancha en el medio que dan los psicólogos y no significan nada.
_____La chica salió a cubierta para fumar un cigarrillo y le pidió fuego. El sacó una sonrisa diferente, le regaló su encendedor y sin timidez le confesó que acababa de dejar de fumar.