martes, 4 de septiembre de 2007

Conciencia y deseo

1.La contradicción es falta de voluntad
(hablan Dostoievski, Yogi Ramacharaka y Carpenter)
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Fedor Dostoievski: "uno de ésos hombres espontáneos, -el hombre real, normal- es el que obedece los deseos de su tierna madre, la naturaleza, que con tanto amor lo engendró en esta tierra. A los hombres como ésos, los envidio. Son estúpidos, no lo discutiré, pero de pronto un hombre normal tenga que ser estúpido ¿por qué habriamos de creer o no? Esa puede ser la gran belleza del asunto. Y lo que más me lleva a sospecharla es que si tomamos la antítesis del hombre normal, el hombre de conciencia madura que es producto de un tubo de ensayo antes que un hijo de la naturaleza (esto es casi misticismo mis amigos, pero tengo la impresión de que es verdad), descubrimos que ese hombre de tubo de ensayo se encuentra tan sometido por su opuesto, que se siente -con conciencia madura y todo lo demás- un ratón y no un hombre. En consecuencia, aunque sea un ratón de conciencia madura, es, sin embargo un ratón, en tanto que el otro es un hombre. Ya ven. Y lo que es más, por sí mismo se considera ratón; nadie le exige que lo haga. Este es un punto de extrema importancia.
(...) "El pobre ratón consigue encenagarse más profundamente a causa de sus interrogantes y sus dudas. Y cada interrogante hace nacer tantas otras preguntas también sin respuestas, que se forma un estanque fatal de fango pegajozo, surtido de las dudas y tormentos del ratón, así como de los escupitajos que les dirige el hombre práctico, que lo somete como un juez y dictador y que se rien de él hasta más no poder.
(...) "'¡Un momento! -le gritan a uno. ¿De qué se queja? Dos y dos son cuatro, señor.
La naturaleza no pide consejo. No le interesan sus preferencias ni si aprueba o no sus leyes. Hay que aceptarla tal como es. De tal manera que una pared es una pared, etc... (...)
"¡Cómo si una pared de esas pudiera incitarme a la resignación y producirme paz espiritual porque es lo mismo que dos y dos cuatro! ¿A qué grado de estupidez puede llegarse? "
(Contesta Yogi Ramacharaka)
"Renunciar a los frutos de la acción tiene por objeto evitar las ilusiones que a tantos engañan. Los hombres propenden a ligarse a la cosa que crean, o a las en las que actúan. Se hacen esclavos en lugar de amos. Se ligan a pasionales deseos que los guian por pantanosas sendas y rocosos vericuetos, para dejarlos por fin estropeados y rendidos.
"Estos deseos proceden de la naturaleza inferior, y aunque un tiempo fueron necesarios, el hombre evolucionado (de mayor conciencia) se sobrepone a ellos y no les teme, porque conoce su origen y reconoce la parte que empeñaron en su desnvolvimiento y en el de la humanidad, pero él los ha superado y no permite que lo avasallen por más tiempo.
Dice Carpenter:
Lenta y resueltamente como la mosca se limpia las patas
de la miel en que cayó prendida,
asi quita tú las partículas que empañan el brillo de tu mente,
vuelve en ti, contento de dar, pero sin pedir más a nadie;
En la tranquila luz de su esplendor que llena el universo,
el imperecedero e indestructible de las edades,
Reside, como tu puedes hacerlo, contento:
Cuando tu cuerpo, como necesariamente debe suceder algunas veces,
se vea combatido por los vientos de la pasión, no digas "yo deseo ésto o aquello";
Porque el yo nada desea ni teme a nada,
sino que es libre y en eterna gloria reside en un espacio sin tiempo y un tiempo sin espacio,
que el yo no quede atraído y enredado en el mundo de los pares opuestos,
del sufrimiento y de la muerte,
porque asi como la luz del faro cruza con increible rapidez sobre el mar
y la tierra, aunque su lámpara este quieta,
Asi nuestro cuerpo debe estar libre de deseos y en incesante movimiento en el mundo del sufrimiento, el Ser se realza y está fijo en el cielo,
pero aún cuando el deseo llama a la puerta,
coloca con dulzura una barrera que lo aparte de tu verdadero ser:
NO SEA QUE TE DESPEDACE".
fuentes: Dostoievski (Memorias del Subsuelo), Sri Ramacharaka y Carpenter (Filosofía yogi y ocultismo oriental)

¿De qué me quejo?


No vendrá en la mañana la blandura
del sol a mitigar mi encantamiento;
no vendrá a convertir lo que ahora siento
en vaguedades, rumias, en basura.
La noche y su liviana quemadura
(el tiempo de la noche es hondo y lento)
no dará con el hórrido esperpento
que habita en el confín de la cordura.
Hacia el alba un antiguo desencanto,
una necesidad de andar a prisa,
fatigará mi insomnio y seré el viejo
hombre que en otro tiempo quise tanto,
el que viste prejuicios y camisa
y repite sin fin: ¿de qué me quejo?
Pedro Kuy